Retazos de la muerte: 17 fragmentos de relatos sobre morir

Poco nos preguntan –o nos preguntamos— sobre la muerte. Pero cuando lo hacemos, es evidente que tenemos mucho que contar. Así lo demostró #HablemosDeLaMuerte. Al empezar a conversarlo y pedirle a nuestra audiencia relatos sobre este tema, muchos y muchas nos contaron sus experiencias. Esta es una recopilación de sus testimonios.

Fecha: 2020-09-15

Por: Mutante

Ilustración: Laura Alcina

Retazos de la muerte: 17 fragmentos de relatos sobre morir

Poco nos preguntan –o nos preguntamos— sobre la muerte. Pero cuando lo hacemos, es evidente que tenemos mucho que contar. Así lo demostró #HablemosDeLaMuerte. Al empezar a conversarlo y pedirle a nuestra audiencia relatos sobre este tema, muchos y muchas nos contaron sus experiencias. Esta es una recopilación de sus testimonios.

Por: MUTANTE

Ilustración: Laura Alcina

COMPARTIR ARTÍCULO

La muerte pulula en todos los espacios de la vida. Y aún así esta conversación ha develado, a través de las experiencias y los relatos de quienes han participado, un empeño cultural por ignorarla, reprimirla, opacarla.

Pero nuestros intentos de mantenerla al margen son inútiles. Nos acompaña siempre. Por eso quisimos preguntarle a nuestra audiencia por sus relatos sobre la muerte. Creemos que conversar sobre ella nos prepara, sobre todo, para: vivirla sin miedo y para decidir sobre las condiciones en las que queremos que suceda. Y también creemos que de la muerte aprendemos.

Estos son fragmentos de lo que 17 personas nos contaron:

  1. “El abuelo era del siglo antepasado, nació en 1898 y ya tenía 97 años. Estaba viejo y tenían que sentarlo en una silla plástica para bañarlo. Una noche, cuando yo tenía seis años, le preparé el baño antes de acostarme: puse la silla Rimax en la ducha, acomodé cerca el jabón y el estropajo con el que lo entregaban cuidadosamente; y me fui a dormir. A media noche me despertó el revuelo de las tías corriendo y sollozando por toda la casa. El abuelo no se bañaría la mañana siguiente”.
  2. “Mi mamá estuvo en quimio por 5 meses y en la última revisión con el oncólogo él me dijo en privado que no había nada más que hacer y le mandó una droga que no iba a servir para nada. Yo no quise contar porque era diciembre y no quería que se viviera cómo la última Navidad con mi mamá. En enero, en medio de un ataque de frustración de mi mamá porque no mejoraba, le dije a ella y a mi hermana lo que el oncólogo me dijo. Mi mamá se sintió aliviada ante la verdad: ya entendía por qué no mejoraba. Murió en febrero. Entre sus delirios finales todavía trabajaba y nos cuidaba. Murió en mis brazos y en familia”.
  3. “Desde muy pequeña la muerte la asocié con reencuentro; cada muerte en una familia muy grande como de la que vengo, la asociaba con la posibilidad de volver a ver a personas que no veía seguido. Había una alegría sobria y un sentido de apoyo y gratitud por el reencuentro. ¿Por qué a los niños se les esconde la muerte? ¿Por qué a veces se les desdibuja y no se hacen partícipes del rito de despedida de un ser querido?”
  4. “Mi abuela materna me dice ‘yo no tengo plata para dejar de herencia; cuando me muera usted se viene calladita y saca de aquí debajo de mi almohada este crucifijo, me lo dio mi suegra y me ha ayudado mucho, yo quiero que tú lo tengas’. No sé qué decirle, me quedo callada y entonces me dice ‘pero no se asuste, que yo todavía no me voy, hierba mala nunca muere’, nos reímos y el ambiente baja su intensidad”.
  5. “Mi mamá murió hace 14 años y perdí a mi papá hace 2 meses por una enfermedad diagnosticada muy tarde que no recibió el tratamiento adecuado por el encierro en el que estamos. Mi mamá murió en el hospital por un derrame e hizo todo el ‘proceso del manejo del cuerpo más fácil’. Pero mi papá se fue estando en la casa y la verdad los médicos y auxiliares en la ambulancia, los policías, las personas de la funeraria y los doctores que tienen que emitir el certificado de defunción, hacen del proceso algo más difícil y lleno de trabas burocráticas”.
  6. “Mi mamá murió hace 15 años de repente. Es raro que la vida simplemente sigue”.
  7. “Mi novio murió en una UCI (hace 6 años) cuando le dije ‘relájate que todo bien’. Tenía muerte cerebral”.
  8. “A mi abuela la mató la guerra — las Farc hace 18 años — a mi primo la delincuencia hace 1 año por su bicicleta”.
  9. “Perdí a mi padre a los 7, a mis abuelos a los 8, a mi amiga del alma a los 28. Casi muero en un atraco. El luto constante te vuelve insensible, sabes que está ahí, siempre”.
  10. “La muerte de mi padre hace casi 20 años me trajo mucha paz. La muerte puede traer liberación”.
  11. “Mi primer y único luto cercano fue por la muerte súbita de mi mejor amigo de la U a mitad de carrera. Me tomó un año ir a terapia y entender que el duelo no tratado fue un detonante (entre muchos otros) para mi depresión y ansiedad. Con ayuda de mi familia y de mi terapeuta pude dejar atrás el dolor y ahora lo recuerdo con mucho cariño y me hace feliz pensar en él. Celebro su vida que, aunque corta, me enseñó un montón”.
  12. “Mi padre fue asesinado cuando yo tenía 6 años. Nunca se me habló al respecto, ni se me empujó para que elaborara un duelo. Esto trastocó bastante mi forma de asumir la vida y la muerte. A la muerte suelo reaccionar de una manera bastante fría, con cierto desapego. Y trato de elaborar un constante duelo de aquellos seres que pienso que pueden estar próximos a partir. A pesar de esto le tengo un inmenso miedo a mi muerte, por no llegar a vivir o lograr lo suficiente”.
  13. “Cuando tenía 16 años mi novio y yo tuvimos un accidente en su carro. Él murió. Nunca pensamos que algo así nos podría pasar. Siempre manejábamos muy rápido y competíamos con otros amigos. Esto cambió mi vida para siempre”.
  14. “Acompañé a mi padre a morir. Estuve con él en su último respiro, así como él estuvo presente en el momento en que llegué al mundo. Ha sido, probablemente, el día más hermoso y más triste de mi vida. Lo vi volver a su esencia”.
  15. “Mis dos abuelas murieron cuando yo era niña pero no me afectó tanto. Luego se murió mi sobrino, y me dió más duro el dolor de mi hermana que la muerte del bebé. Ahora mi papá está atravesando un cáncer y en este momento tengo mucho miedo de lo que pueda pasarle, sobre todo con el covid rondando”.
  16. “Mi abuelo es una de las personas que más he querido y murió hace 3 años estando conmigo en la casa. Llevaba 20 días muy enfermo y lo vi tan mal que quería que muriera. Es una mezcla de sentimientos muy fuerte porque nunca estaremos listos para aceptar la muerte pero en momentos así creo que es necesario soltar a las personas. Como murió en la casa, vi todo el proceso de su cuerpo: cómo cambiaba su temperatura y su color en la piel. Eso también empieza a cambiar la percepción de la muerte”.
  17. “La decisión de quitarse la vida creo que es la más difícil de entender. Sobre todo cuando esta persona no tenía enfermedades o problemas graves. Como me pasó con mi ex novio. Yo tenía 27 y él 32. Él me había terminado 7 meses antes, pero llevábamos 4 cangrejeando y mientras yo creía que él me iba a pedir que volviéramos a ser novios, él solo se estaba despidiendo para quitarse la vida.

El sentimiento de irrealidad me duró muchos meses. Los primeros días después del entierro era mi primer pensamiento y me destrozaba despertarme y tener que convencerme de que él estaba muerto, porque así lo había decidido. A veces sentía que me iba a ahogar en la ducha de lo pegado que sentía la parte de adelante con la parte de atrás del pecho. Porque lloraba horas enteras muy duro y me dolía mucho el pecho. Estoy segura que ahí se guarda el alma, yo decía así ‘me duele mucho mi alma’.

Ahora tenía que convencerme de que su cuerpo se fue en esa bolsa blanca con cintas negras por el ascensor. Tenía que convencerme de que era yo la misma que había ido a su velación en la funeraria, tenía que convencerme que yo había ido a la misa de exequias, tenía que convencerme que yo había ido en esa caravana de carros hasta el cementerio y tenía que convencerme de que finalmente yo vi como echaron el cajón de madera al hueco y le pusieron tierra encima.

Creo que no entendía tanto porque el día del entierro yo llevaba 4 días sin comer y sin dormir, solo llorando, perdí 5 kilos en esos días. Incluso muchos meses después, cuando lograba distraerme y concentrarme en cualquier tarea sencilla, lloraba mucho y decía ‘es que me acabo de acordar que es verdad’, porque a veces me lo imaginaba en la oficina trabajando, o montando bici por la 30 o viendo películas en su casa o jugando Xbox.