¿Colombia nació corrupta?

Lo que aprendimos en #HablemosDeCorrupción

Fecha: 2022-01-24

Por: Mutante

¿Colombia nació corrupta?

Lo que aprendimos en #HablemosDeCorrupción

Por: MUTANTE

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“​​Cada año en el país se destapan nuevos escándalos [de corrupción] y el ciclo se repite: los medios, las redes y las conversaciones cotidianas propagan las denuncias y se acentúa la frustración. Nadie parece rendirse: ni quienes roban, ni quienes levantan la voz en busca de sanciones”. Así inicia este artículo de La Liga Contra el Silencio, publicado durante #HablemosDeCorrupción.

Este tono de agotamiento, proveniente de la sensación de estar en un ciclo interminable, fue constante en la conversación. Pareciera que Colombia nació corrupta y que este mal es una condición innata con la que debemos convivir. Pero, ¿realmente es así? ¿la corrupción es inevitable?

Esto fue lo que aprendimos.

¿Colombia nació corrupta?, ¿Qué provoca la corrupción en este país?

La idea de que la corrupción —con todas sus variantes— es un mal necesario, con el que tenemos que convivir, se enraiza en refranes populares como “roba, pero hace”. Como si ese fuera el precio por pagar para mantener el statu quo y la precaria estabilidad en la que hemos aprendido a convivir. Quizás por eso estamos en disposición de mirar para otro lado cuando vemos que un gobernante roba pero también cumple con lo que promete:

 

@el_profe_carly: Saludos. Históricamente los politiqueros saquean el erario de la región, entonces cuando llega un corrupto que se sabe que se está robando los recursos públicos y medio hace obras, la población justifica al malhechor diciendo que “roba, pero al menos hace”. Es un pensamiento mediocre.

 

Prueba de esto es la cantidad de candidaturas al Congreso que tienen cuestionamientos por corrupción y que siguen su curso sin mayores tropiezos ¡34 en total!

Varias personas de nuestro público coincidieron en que el problema es que vivimos en una sociedad en la que la corrupción es un símbolo de inteligencia y capacidad adaptativa:

 

kath.gutierrez

La corrupción es vista y enseñada en los niños como algo inteligente o como mínima supervivencia: “el vivo vive del bueno (o bobo)” decían mis abuelos. Es difícil que la gente imite una cultura que se expone como “debilidad” desde la infancia. Y el problema no es la educación ni siquiera, no se puede educar lo que no se conoce… ¿Cuándo fue la última vez que Colombia sintió reglas cumplidas e impuestos bien gastados? ¿Quién en Colombia ha experimentado eso en un lapso de tiempo lo suficientemente extendido para entender el bienestar que trae hacer las cosas bien?

 

Esta hipótesis, como propuso @andresfelipediezmejia, tiene sentido si se considera en un contexto de enormes desigualdades, como aquel en el que vivimos, en donde velar a toda costa por el beneficio personal significa mayores posibilidades de sobrevivir:

 

andresfelipediezmejia

@mutanteorg Yo creo que es una mezcla explosiva de aspectos culturales (“El vivo vive del bobo”, “no dar papaya”) y una inmensa brecha social, desigualdad, hambre y falta de oportunidad. Todo eso creo yo es el generador y origen de todo esté círculo. En ese orden de ideas, parte de la solución podría ser cerrar esa brecha, generar mejores condiciones de igualdad y equidad social y ¡educar mucho! Aplicar esto durante un periodo amplio y constante podría eliminar el problema. Saludos.

 

La cultura popular ha inmortalizado este saber de la corrupción como superviviencia en refranes conocidos ampliamente —“el vivo vive del bobo”, “hecha la ley, hecha la trampa”, “las cosas no son del dueño sino del que las necesita”— reproduciendo así el ciclo, pues quienes se benefician realmente de la cultura de la corrupción son las personas más ricas y con mayor acceso a altas esferas de poder, lo que termina por profundizar la desigualdad, la misma que alienta la corrupción.

Y aunque la corrupción es un problema estructural, dos expertos colombianos y uno internacional, a quienes invitamos a conversar alrededor de la pregunta “¿Colombia nació corrupta?”, concluyeron que a pesar de la ambición natural, la corrupción es evitable y la muestra son aquellos lugares en los que se ha reducido este problema con medidas y sanciones efectivas: la ética puede aprenderse desde pequeños, por ejemplo con ejercicios de veeduría en los colegios. Hay esperanza.

 

“Uno se pregunta, ¿qué puede hacer una persona con cuatro mil millones de dólares en su patrimonio? Eso no es necesariamente vivir bien. Vivir bien también es vivir en paz y con la frente en alto, en un ambiente donde uno puede sentirse orgulloso de que está apostando por el bien común y no por un interés egoísta del beneficio personal o el pequeño grupo que lo rodea a uno. Y yo creo que esta lucha tiene un sentido para crear un futuro mejor para todos”.

José Ugaz

Exprocurador anticorrupción en Perú y expresidente de Transparencia Internacional

 

¿Cuál es el impacto de la corrupción en la vida cotidiana?: El costo en derechos

Esta conversación nos demostró que la cultura de la trampa no es un asunto exclusivo de las altas esferas del poder. Ocurre en todos los espacios de la cotidianidad y comprender el impacto que tiene solo es posible si se considera de manera multiescala:

 

Primero, a escala individual.

  • Reconocer nuestra pertenencia a la cultura de la corrupción es difícil. El silencio y la negación en este ejercicio a través del cual preguntamos directamente por los pequeños actos corruptos a nuestro público lo demostraron.
  • En esta pieza, en la que presentamos tres tipologías de personas ante la cultura de la corrupción —abeja, como las más inmersas; camaleón, como las que se involucran a veces en actos corruptos; cordero, como las que jamás cometen actos corruptos—, las personas a quienes les correspondió cordero expresaron inconformidad.

 

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Cordero: Porque es muy difícil enfrentarse al mundo en un país donde hay pocas oportunidades y la corrupción es cultura. Pasé muchos años sobreviviendo a costa de no caer en el clásico juego politiquero de hacer campaña por un trabajo digno.

 

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Sucede que con frecuencia el cordero es transformado automáticamente en chivo expiatorio por las maquinarias politiqueras (y aquí no sólo me refiero a las derechas sino a todas las maquinarias politiqueras) y la mayoría temen, si no se sienten de entrada completamente ajenos, a una figura donde recaiga el peso de tanta corrupción. Y de entrada por eso mismo la imagen de cordero se asocia a debilidad. Mi experiencia de cordero es la de ser paria frente a toda oportunidad institucional así que entiendo que la mayoría no quieran ni pensarse en esa posición.

 

  • Esto revela el doble racero de la corrupción: por un lado, la opacidad en la que opera y con la que enmascara sus manipulaciones para privilegiar el beneficio propio, y por el otro la humillación hacia aquellas personas que evitan ser “abejas”.

 

Segundo, la escala comunitaria:

  • La corrupción empieza como un ‘valor’ individual, pero se forja y se asienta en lo comunitario y en el intercambio con aquellas personas que nos rodean y configuran nuestro círculo próximo.

 

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#HablemosDeCorrupción en las relaciones básicas sociales, el soborno, el “cómo vamos ahí”, “y yo qué gano, cuánto me toca a mí”, el típico y mentado “avivato” “avión” “astuta-astuto”. La corrupción no empieza en el gobierno. Empieza en las casas, familias y grupos humanos que enseñan el soborno, el chantaje y la manipulación para “obtener cosas” y la sociedad corrupta es una deformación y distorsión perversa de “lléveme en la buena” “el fulano me debe un favor que le hice” “la fulana es mi contacto ahí adentro”. Eso es corrupción, ese es su caldo de cultivo.

 

  • Es en lo comunitario en donde se protege con un código de silencio que privilegia a quienes se benefician de la corrupción. Por eso es tan peligroso y difícil denunciar la corrupción en Colombia. Hacerlo en un contexto de sanciones laxas contra los poderosos, conlleva amenazas y pocas, o nulas, garantías de protección, como lo revela este reportaje.

 

Tercero, la escala nacional:

  • La corrupción está en el epicentro de la violencia en este país.

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La corrupción tiene un efecto devastador en toda la estructura social de nuestro país. El hecho de que un recurso estatal sea malogrado y desperdiciado tiene un impacto en el desarrollo de una generación, una familia, la juventud y la niñez en general, en tu vida y la mía. Esto desencadena miseria, angustia, además de una desesperanza que acompañada con la violencia de los últimos 60 años en Colombia nos pone dentro un especie de túnel sin salida en el cual estamos divagando por décadas y aún no vemos una luz a lo lejos. No creemos en Colombia, nuestros símbolos no son representativos, perdimos el orgullo de haber nacido en esta tierra, alguien de alguna manera nos ha venido robando centavo a centavo la confianza en lo que somos, en lo que podemos hacer y hasta soñar.

 

Nelson Alfonso Lara

Esa “viveza” siempre ha costado “conflictos”, guerras. A nosotros nos ha costado más de setenta años de guerra, varias generaciones de vidas invaluables, un rezago en desarrollo intelectual, social, en infraestructura, económico, en competitividad. Tenemos que dejar las viejas maneras de hacer las cosas y este feudalismo disfrazado de capitalismo.

 

Las emociones que genera la corrupción son transversales a estas escalas: son tan fuertes y están permeadas de tanta frustración, e incluso hasta asco, que a veces parece imposible lidiar con ellas. Así lo reveló este desahogadero que activamos a manera de lugar de catarsis colectiva sobre lo que significa estar dentro de ese círculo vicioso que parece nunca acabar.

 

¿Cómo combatir la corrupción?

El asco, frecuente entre las emociones que el público dice que le produce la corrupción, “es un pobre sustituto de la comprensión”.  Así lo plantea Julián Machado, coordinador de la campaña #CorrupciónEsCeroImaginación de la Casa de las Estrategias —un centro de estudios que investiga y diseña campañas para “cambiar hábitos de pensamiento, cuidar adolescentes desde el vínculo y fortalecer la exploración ciudadana”— en esta videocolumna sobre la iniciativa, que busca aterrizar el concepto de corrupción a un plano más cercano a la ciudadanía para enfrentar la apatía y hacerle frente de manera colectiva.

Sin embargo, esta no fue la única propuesta que surgió en medio de la conversación para herramientas contra la corrupción, que abarca un rango de posibles acciones para contrarrestarla: desde el voto, hasta la necesidad de informarnos e informar a los demás, pasando por la denuncia. Por último, en el panel, uno de los expertos apeló también a los lazos comunitarios para el fortalecimiento de la denuncia. Allí en donde se asienta la cultura de la corrupción es donde es más importante combatirla:

 

 “Hay mecanismos más importantes que denunciar ante los entes de control, creo yo, y es la denuncia pública. A veces (la denuncia) se pone ante ellos y no pasa nada. Nadie supo que eso existía, no hubo debate público. Hay un desfalco y se quedó en la gaveta. Entonces, de allí la importancia de la denuncia pública de mayor calado y trascendencia, por redes sociales y medios de comunicación. La palabra tiene poder y es un deber la divulgación en espacios barriales, comunitarios, el voz a voz, socializar esos alcances vuelve esa denuncia importante, le da la relevancia pública que merece”.

Pablo Bustos

Presidente de la Red de Veedurías Ciudadanas de Colombia

 

¿Cuáles son las posturas de estas candidaturas al Congreso sobre la corrupción?

Durante nuestra conversación construimos un “pliego informativo” junto a cerca de 300 jóvenes colombianos, quienes hacen parte de nuestra red Retoma. El “pliego informativo” es la síntesis del trabajo colaborativo con ellos y es un listado con dos problemas y tres soluciones sobre la corrupción en Colombia.

 

 

Le enviamos este pliego a 24 candidatas y 20 candidatos al Congreso, pidiéndoles sus opiniones y propuestas frente a estos problemas. También les preguntamos si tenían disposición de comprometerse a resolverlos en su ejercicio legislativo.

 

 

Esto fue lo que nos respondieron frente a los problemas priorizados. Y esto fue lo que nos respondieron frente a las soluciones priorizadas. En estos enlaces también encontrarán a qué se comprometieron estas candidaturas en materia de lucha contra la corrupción y algunos proyectos de ley que ya están en curso —en el caso de candidatos o candidatas que se están lanzando para renovar su curul— o que están preparando para las próximas legislaturas, si quedan elegidas.

Sus posturas y compromisos nos permitirán rastrear en sus discursos y acciones, durante los próximos cuatro años, el verdadero cumplimiento de su actividad legislativa contra la corrupción. Y aunque, como nos demostró #HablemosDeCorrupción, este problema necesita de un abordaje integral y transversal a distintas esferas cotidianas para ser resuelto, las soluciones legislativas son necesarias y pueden allanar el camino para otro tipo de acciones que ayuden en el proceso.