El destierro tras la defensa del río Magdalena

Los pilotos de fracking en Colombia están empujando al exilio a los defensores ambientales que se oponen a ellos, sin que el Estado y la empresa estatal interesada en desarrollarlos hagan mayor cosa para evitarlo. Algo que no parece mejorar con la presión social y legislativa del momento, todo lo contrario.

Fecha: 2022-09-13

Por: Karen Parrado Beltrán

El destierro tras la defensa del río Magdalena

Los pilotos de fracking en Colombia están empujando al exilio a los defensores ambientales que se oponen a ellos, sin que el Estado y la empresa estatal interesada en desarrollarlos hagan mayor cosa para evitarlo. Algo que no parece mejorar con la presión social y legislativa del momento, todo lo contrario.

Por: KAREN PARRADO BELTRÁN

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La vida de Yuvelis Morales Blanco y otros jóvenes de Puerto Wilches, en el Magdalena Medio colombiano, cambió para siempre cuando decidieron oponerse a que se instalaran en su comunidad pilotos de fracking, un método de fracturación del subsuelo que permite liberar gas y petróleo perforando rocas subterráneas y que ha sido bastante cuestionado por daños al ambiente.

Durante 2021, y tan solo un par de meses después de haber creado el Comité para la Defensa del Agua, la Vida y el Territorio – AGUAWIL, varios de sus integrantes recibieron amenazas. A algunos incluso los interceptaron hombres armados en plena vía pública.

Yuvelis, una de las caras más visibles de la oposición al fracking en Wilches, tuvo que abandonar forzosamente el pueblo; eso ocurrió en febrero pasado. Dos hombres armados llegaron en una moto a su casa, cerca al río. Ella alcanzó a meterse dentro de una camioneta que la sacó huyendo del pueblo, pero ya no pudo regresar más.

De Wilches, en la orilla del río más importante de Colombia, pasó a vivir intempestivamente en el país más grande de la Unión Europea, bajo la protección internacional del gobierno francés. Aterrizó en Francia como becaria de la Iniciativa Marianne, un programa que apoya las luchas de defensores ambientales y de derechos humanos de varias partes del mundo.

Esa todavía es una situación difícil de creer para Yuvelis, a pesar de que está plenamente consciente de que su vida corría peligro si hubiera insistido en permanecer en su casa de piso de tierra y tejas de zinc en Wilches. “Debo confesarlo, los primeros días en Francia me sentí muy miserable, me sentí vacía, porque estar en el exilio, más bien, no estar en tu casa, te hace sentir muy solitaria”, dice.

EL PRELUDIO DEL DESTIERRO: ‘LOS PILOTOS’

La violencia contra los defensores ambientales y de derechos humanos en Wilches se incrementó desde finales de 2021, según los registros de la Corporación Podion, una organización no gubernamental que hace monitoreo social en la zona. Para el momento del exilio de Yuvelis, en el primer semestre de 2022, ya era crítica.

El proyecto que ha convulsionado la zona es impulsado por Ecopetrol, empresa estatal de hidrocarburos, en alianza con la multinacional estadounidense ExxonMobil. La instalación de los pilotos, conocidos con los nombres de Kalé y Platero, generó cambios inmediatos. “Eso hizo que llegaran muchos grupos armados interesados también y que todo se volviera más peligroso”, apunta José Arias, uno de los jóvenes ambientalistas de AguaWill y compañero de Yuvelis en un grupo más grande conocido como La Alianza Colombia Libre de Fracking.

Imagen satelital de Puerto Wilches, Santander. Muy cerca de allí, a cuatro kilómetros de la cabecera municipal, está el proyecto piloto de fracking Kalé. Fuente: Google Maps.

En esa idea coincide Lizeth Gómez, una abogada de la Corporación Podion que lleva varias de las denuncias que los defensores ambientales han puesto ante la Fiscalía colombiana por las amenazas recibidas: “Ejercer un liderazgo ambiental en el Magdalena Medio es una de las cosas más desafiantes en el país”.

La región históricamente fue escenario del conflicto interno que hizo coincidir a frentes guerrilleros y paramilitares. Y ahora, luego de los progresos del proceso de paz firmado con la guerrilla de las Farc, existen algunos grupos residuales que dominan zonas y no están dispuestos a perder control territorial ni sus rentas ilegales.

Colombia es el país más letal para los defensores ambientales según Global Witness, una organización internacional que recopila datos sobre asesinatos de personas defensoras de la tierra y del medio ambiente desde 2012. Aquí la persecución cobra la vida de más de uno de ellos cada semana. El último informe que la ONG publicó en septiembre de 2021 reportó 65 asesinatos en un año.

Indepaz, un instituto de estudios local, ha señalado que Colombia tiene más de 152 conflictos ambientales activos por “megaproyectos mineroenergéticos, agroindustriales y de infraestructura”; y que 611 “líderes y lideresas defensoras del medio ambiente” han sido asesinados desde 2016, cuando el país firmó un acuerdo de paz con su guerrilla más vieja y se esperaba una pacificación de sus territorios rurales, como el Magdalena Medio.

Santander, el departamento al que pertenece Wilches, es en donde más amenazan a los defensores ambientales en el país, según la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la justicia especial creada por el Acuerdo de Paz.

“La mayoría de las amenazas son atribuidas a grupos sucesores del paramilitarismo, como el Clan del Golfo y las autodenominadas Águilas Negras, que a través de panfletos se han encargado de atemorizar a personas que defienden los territorios y se han opuesto a la realización de proyectos extractivos”, aseguró el organismo en un comunicado publicado en abril pasado.

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Sin embargo, el reconocimiento de la gravedad de la situación es un asunto pendiente en las autoridades locales. Un cooperante del programa Servicio Civil para la Paz de la organización alemana (AGIAMONDO) que trabaja con la Corporación Podion en los temas que involucran al fracking en Puerto Wilches, advierte que hay una negación del problema.

En buena parte porque, según señala, la mayoría de las amenazas contra los defensores ambientales suelen tramitarse como violencia común, sin abordar sus posibles raíces con actores ilegales derivados del histórico conflicto interno. “Creo que se viene dando una situación donde los poderes de facto están viendo una pequeña revolución y quieren controlarla. Esa es buena parte de la explicación de esta reacción tan violenta”, añade.

ALZAR LA VOZ PARA DEFENDER EL RÍO

Yuvelis dice que nunca vio con buenos ojos la llegada de los pilotos a su pueblo. Temía que trajeran nuevos conflictos y más violencia, como sucedió. Siendo una hija de pescadores, creció amando al río. Dice que el fracking no lo protegerá ni a él ni a sus habitantes. Y que los cientos de exploraciones comerciales de petróleo a las que darán paso los pilotos perforarán febrilmente la tierra sin dejar con ello progreso para la gente.

Por eso le duele tanto lo que pueda pasarle al Magdalena. “Mi discurso siempre fue por ese río. Por esa gente bonita que somos y por ese territorio tan lindo que tenemos. Y por las ciénagas y el manatí. Supongo que esa era la mayor amenaza: no querer nada, pero quererlo todo”, apunta con la voz dulce pero firme que la caracteriza.

En Puerto Wilches todo es agua, lo dice José y lo sabe la gente. No hace falta sino percatarse de que tiene 36 de las 69 ciénagas de Santander. Junto a otros 30 municipios del país, Puerto Wilches integra una extensa y húmeda región de 34 mil kilómetros cuadrados conocida como el valle del Magdalena Medio.

El río es la vena arterial de toda la vida allí. Desde bagres, bocachicos y otros dos centenares de peces de agua dulce; hasta babillas, lobos de ríos y manatíes. Por supuesto, también es el sustento de Wilches y de sus 32 mil habitantes.

En el pueblo, uno pequeño, las noticias corren tan rápido como el agua del río. Sobre todo, las malas. “Todo el mundo se empieza a enterar de que amenazaron a tal y a tal”, cuenta José. “Y la gente empieza a guardar sus comentarios y ya no van a los espacios que organizamos, se empieza a caer un poco toda la resistencia que habíamos construido”. El miedo reina.

Especialmente cuando son comentarios negativos sobre el fracking y los riesgos que puede llegar a tener para el agua y el sustento económico del pueblo: la palma de aceite, así como para el futuro de los pescadores que viven de las bonanzas del río. Pero también comentarios sobre Ecopetrol, la empresa más interesada en poner en marcha Kalé y Platero, los pilotos.

Al respecto, la empresa petrolera ha insistido en que los pilotos son necesarios porque ofrecerán información científica sobre la técnica de fracturación hidráulica en el país. Han afirmado que gracias a ellos el país podrá tomar decisiones informadas sobre su eventual uso comercial. Y, de paso, garantizar la seguridad energética nacional.

“Es, además, una oportunidad para generar beneficios a través de un programa de inversión social que contribuirá a mejorar la calidad de vida de la comunidad”, destaca la empresa en un video informativo sobre los dos pilotos.

Luego de una audiencia ambiental en la que Yuvelis y otros activistas de la Alianza Libre de Fracking denunciaron su inconformismo con los pilotos y que habían sido amenazados, la compañía difundió un comunicado rechazando los señalamientos que la hacían responsable de las intimidaciones contra los líderes sociales del Magdalena Medio.

“Ecopetrol promueve la protección de la vida y el respeto de los derechos humanos, así como un diálogo constructivo y respetuoso por las diferencias en el marco de las actividades previas de los Proyectos Piloto de Investigación Integral”, manifestó.

La empresa también aseguró que había enviado la información sobre las amenazas contra los líderes a la Fiscalía colombiana a principios de febrero de 2022, tan pronto tuvo conocimiento de ellas y que había solicitado que se adelantaran las investigaciones necesarias para esclarecer los hechos.

Yuvelis dice que su activismo ambiental incomodaba a la petrolera. “Nunca he sido una persona que habla muy radicalmente, pero sí que ama mucho a Puerto Wilches. Y creo que ese es el mensaje al que siempre le ha temido Ecopetrol, y tal vez todos los que tienen intereses en el fracking”, afirma la líder que acaba de cumplir 22 años. Y añade: “Yo no necesitaba plata y mi discurso nunca fue por dinero o trabajo, fue por el río”.

La defensora ambiental Yuvelis Natalia Morales Blanco tuvo que exiliarse en Francia en febrero de 2022, a raíz de su activismo en contra de los proyectos pilotos de fracking en la región del Magdalena Medio colombiano. Fuente: Twitter de Yuvelis.

Ella y varios jóvenes de Wilches recorrieron el pueblo el año pasado. Fueron vereda por vereda explicándole a sus vecinos que los pilotos no asegurarían la salud del río ni de sus ribereños. En una zona donde pocos pueden estudiar o acceder a información especializada, es difícil que las preocupaciones por el impacto ambiental de un proyecto de fracking ocupen la vida de la gente.

En su lugar, muchos de ellos ven en el petróleo una promesa para mejorar sus ingresos y futuro. Los jóvenes sienten que ese es un factor que es aprovechado por la petrolera. Por eso difundieron un mensaje sencillo pero claro. Que con el fracking “no todo era color de rosa” y que es demasiado lo que está en riesgo. Además, “para un beneficio que va a ser para muy pocas personas”, apunta José.

A todo esto, se suman los comportamientos hostiles que algunos funcionarios de la petrolera han tenido hacia las personas opositoras de los pilotos en Wilches. José cuenta que una vez descubrieron a uno de ellos sin uniforme, grabando con su celular a un grupo de manifestantes y enviando los videos a un chat de directivos del área de yacimientos no convencionales de Ecopetrol. El joven activista dice que fue inevitable tomar esa acción como una persecución hacia la resistencia ambiental en el pueblo.

LATIR DESDE AFUERA

Yuvelis vive el destierro, día a día, como un duelo que procura superar cada minuto. Hace seis meses que anhela volver a Wilches y a su casa junto al Magdalena. Es un deseo que no la abandona ningún día. Allí se quedaron su familia, sus amigos y el río, del que le habla a todo el que puede en Francia, como una manera de sentirse cerca de él.

“He logrado contarle a mucha gente de ese río que yo amo. Y mucha gente francesa me ha dicho que fue a Colombia o al Magdalena después de que me conoció, y que eso les hizo ver nuestra riqueza y recursos de otra manera”. Al tiempo, confiesa que eso también la ha dejado un poco vacía. “En todo ese proceso de hablar de amor, la realidad es que yo me he quedado sin amor. Me he quedado sin ser yo, Yuvelis”.

José reconoce que ha sido difícil que alguien tome la vocería que ella tenía.  “Nos quitaron una voz muy contundente, muy eficaz”, dice. El río y sus defensores extrañan su capacidad para llegar al corazón de la comunidad. Es una de las consecuencias poco calculadas del exilio: la ruptura que sufren las comunidades con sus propias luchas. 

Hoy, los compañeros de AguaWill y de la Alianza Libre de Fracking resisten al miedo y al ambiente de amenaza que rodea su activismo. Han enfocado sus esfuerzos en que el congreso de Colombia apruebe un proyecto de ley que busca prohibir definitivamente el fracking en el país. Algo que tiene el respaldo del nuevo gobierno.

La llegada de Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda del país, aumenta la expectativa sobre el futuro del fracking en Wilches y el resto de Colombia. Durante toda su campaña, el actual presidente prometió suspender las exploraciones de nuevos yacimientos petroleros, incluidos los no convencionales, para impulsar la transición energética.

“La verdad teníamos siempre la esperanza puesta en que el nuevo gobierno diera el paso a la prohibición”, confiesa José. Para él, como para muchos otros que se oponen a los pilotos de fracking en Puerto Wilches, el exilio de Yuvelis aumentó la indignación, pero también movilizó otras rutas de activismo, como buscar legislación más favorable para sus causas.

Javier Orozco, un colombiano exiliado que dirige el Programa Asturiano de Atención a Víctimas de la Violencia en Colombia, dice que la realidad es que el exilio es creciente entre los defensores ambientales de Colombia, pero también del resto del mundo.

“El exilio está afectando cada vez más a quienes defienden la Madre Tierra, porque la Madre Tierra está al límite y el capitalismo no tiene límites, es absolutamente voraz”, manifiesta.

De las 134 personas que el Programa ha acogido en España desde 2001, 18 son defensores ambientales. Orozco dice que en casi todos los casos de los campesinos e indígenas acogidos, la principal causa de persecución ha sido la defensa del derecho a la tierra y la oposición a la devastación ambiental.

Señala, además, que el extractivismo, la política del enemigo interno heredada del largo conflicto armado, la pérdida de sentido público sobre el territorio, el incumplimiento de los tratados internacionales ratificados por Colombia y la corrupción son las razones estructurales que están empujando al exilio a los defensores ambientales del país.

Para él, en el corto tiempo, el exilio será un problema de dimensiones globales. “La lucha por la paz y la lucha por los derechos ambientales va a ser la fuente de nuevas oleadas de refugiados, tanto de Colombia como de Europa y, en general, de todo el mundo”.

Hoy, en la rivera del Magdalena, las noticias sobre los pilotos no cesan. Mientras abogados y defensores ambientales mantienen estrategias jurídicas para incidir en las decisiones del gobierno, Ecopetrol continúa posicionando un discurso público que justifica la necesidad económica de encontrar nuevas reservas petroleras para exportar.

En Francia, Yuvelis aún no tiene noticias sobre quiénes fueron los hombres que llegaron a su casa para matarla y qué relación tienen con los pilotos de fracking. Lizeth Gómez, la abogada de la Corporación Podion que sigue este y otros casos similares, admite que es muy difícil que la justicia colombiana esclarezca lo sucedido.

“Esos procesos no andan”, lamenta. Una circunstancia que alimenta aún más el círculo de desconfianza, miedo y vulnerabilidad que ya viven los defensores ambientales colombianos.

Incluso cuando la realidad es adversa, hay un elemento que ofrece cierto grado de esperanza. La resistencia de Yuvelis y de varias decenas de defensoras y defensores ambientales de Colombia ha logrado atraer la atención del mundo. Eso tiene impactos no tan silenciosos. “Si no fuese por toda la atención nacional e internacional que han logrado, yo creo que la situación en Puerto Wilches hoy sería mucho más grave de lo que es”, manifiesta el cooperante de AGIAMONDO que trabaja con la abogada Gómez en Podion.

Y eso es lo irónico, dice Yuvelis.

Sabe que si regresa a Colombia a continuar su activismo en contra el fracking es muy probable que las amenazas también regresen. “Sé que si hago esas cosas me van a seguir amenazando y vamos a seguir hablando de exilios y desplazamientos. Pero no puedo concebir una vida sin estar metida en esto, ¿sabes?”.

Al final, no solo es irónico; sino que nadie puede decir que es justo.

 

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Producción realizada en el marco de la Sala de Formación y Redacción Puentes de Comunicación III, de Escuela Cocuyo y El Faro. Proyecto apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.