“¡Corran! ¡Jueputa! ¡Corran!” Los desplazados climáticos de un barrio en Medellín

La cifra de desplazamientos internos en el mundo debido a desastres es hoy tres veces más alta que la de desplazamientos por conflicto y violencia, según un informe internacional. Detrás de este fenómeno hay múltiples causas, incluidos el cambio climático y la desigualdad social. Un ejemplo: lo que ocurrió hace un año en El Pacífico.

Fecha: 2021-11-30

Por: Karen Parrado Beltrán

Reportería:

KAREN PARRADO, MARIANA WHITE

Ilustración:

MATILDE SALINAS

“¡Corran! ¡Jueputa! ¡Corran!” Los desplazados climáticos de un barrio en Medellín

La cifra de desplazamientos internos en el mundo debido a desastres es hoy tres veces más alta que la de desplazamientos por conflicto y violencia, según un informe internacional. Detrás de este fenómeno hay múltiples causas, incluidos el cambio climático y la desigualdad social. Un ejemplo: lo que ocurrió hace un año en El Pacífico.

Por: KAREN PARRADO BELTRÁN

Reportería:

KAREN PARRADO, MARIANA WHITE

Ilustración:

MATILDE SALINAS

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Lucelly Ávalos vivió por 22 años cerca de la quebrada La Rafita, que atraviesa al barrio El Pacífico, ubicado en una de las laderas del nororiente de Medellín. Su casa estaba a menos de dos metros del cauce. En ese tiempo nunca vio que se desbordara. Sin embargo, hace un año, una intensa temporada de lluvias provocó el desbordamiento de la quebrada y una inundación que la dejó sin casa. El caso de Lucelly ilustra un problema que preocupa cada vez más al mundo: el desplazamiento humano en contextos de desastres y cambio climático.

La inundación que desplazó a Lucelly de su casa ocurrió el 18 de septiembre de 2020.  Lo mismo le pasó a su vecino José Ángel Guzmán. El crecimiento súbito de La Rafita los dejó parados frente a unos lotes sin muros, ni techos, y sin saber a dónde ir.

La emergencia ocurrió a la 1:45 de la tarde. Llovía mucho, como venía ocurriendo inusitadamente en la ciudad desde hacía tres meses. Entonces, una “avenida torrencial” de agua y piedras –como en el barrio describen lo que pasó– corrió ferozmente cerro abajo. Inundó los senderos que comunican al barrio (unos callejones angostos con escaleras de cemento) y dejó arrinconados a los vecinos en esa parte alta de la Comuna 8.

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“¡Corran! ¡Jueputa! ¡Corran!”, gritaba despavorida una vecina mientras corría hacia el interior de su casa para resguardarse de la inundación, como lo muestra un video publicado en Twitter. José Ángel recuerda que también gritó: “Lucelly, ¡mi casa!”. En un instante vio cómo las aguas de La Rafita reclamaban espacio y arrasaban con todo. “Cuando pasé aquel pasamanos (y muestra la zona) ya no había absolutamente nada”, cuenta José Ángel, parado en el lote vacío en el que antes estuvo su casa, y donde, a escasos metros, corre hoy dócil La Rafita.

Desde 1995 la quebrada había cedido terreno al laberinto de viviendas de ladrillo y techos de zinc que los vecinos de El Pacífico fueron construyeron ladera abajo. De las 184 casas del barrio había decenas inundadas. No hubo fallecidos, pero 52 familias vulnerables recibieron una orden de evacuación del Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres (DAGRD) de la ciudad. Cuatro casas estaban reducidas a ladrillos triturados. Una comunidad entera vivió horas de terror y estaba alarmada por la transformación de una quebrada en una verdadera amenaza, por cuenta de los efectos de la variación del clima en Medellín, pero también de la vulnerabilidad en la que viven.

La Organización Internacional para las Migraciones (IOM) señala que existen diferentes maneras de nombrar a las poblaciones que se desplazan a causa de desastres relacionados con el cambio climático. Una de ellas, la que más se ajusta a la situación de los vecinos de El Pacífico, es la de “poblaciones atrapadas”.

La IOM integró esta categoría al concepto macro de “migrantes ambientales”, del cual “migrantes climáticos” es un concepto derivado. Las poblaciones atrapadas son aquellas “que no migran, pero están situadas en áreas amenazadas, […] en riesgo de quedar ‘atrapadas’ o tener que quedarse atrás, donde serán más vulnerables a los impactos ambientales y el empobrecimiento”, señala un documento de la organización. Esta noción “se aplica en particular a los hogares más pobres que pueden no tener los recursos para trasladarse y cuyos medios de vida se ven afectados”, añade.

Todos estos conceptos y categorías son cada vez más utilizados para tratar de explicar lo que ocurre en diversas regiones. Un pronóstico reciente del Banco Mundial señala que el cambio climático podría causar la migración de unos 216 millones de personas para 2050, de los cuales 17 millones estarían en América Latina.

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LA QUEBRADA “INTERMITENTE”

Para Dairo Urán, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) del barrio El Pacífico, lo que pasa con la quebrada es que es un cuerpo intermitente de agua, es decir, variable según el nivel de las lluvias. Así lo ve cotidianamente. A veces tiene caudal, otras veces está seca, y tiene un comportamiento particular: “Yo nunca he visto que una quebrada salga a la calle y más adelante vuelva y coja el cauce. Y eso pasa acá”, dice.

Esta descripción es clave para entender lo que pasó el día de la inundación, señala Juan David Moreno, director del equipo técnico del DAGRD de Medellín. “No encuentras un drenaje, encuentras una canalización. Cuando llueve, al agua le toca correr por encima de los senderos y de las viviendas. Entra a una alcantarilla, después sale por otra. Hay un drenaje físico constituido y, obviamente, eso genera impactos cuando se presentan fuertes lluvias”.

Alejandro Ramírez Madrigal, un profesional del colectivo Tejearaña que ha acompañado a los vecinos de El Pacífico en proyectos comunitarios de gestión del riesgo y desastres, explica que los habitantes del barrio El Pacífico conocen desde hace años las amenazas a las que están expuestos por vivir junto a La Rafita y el cerro Pan de Azúcar: movimientos en masa (deslizamientos de rocas), incendios e inundaciones.

Pero antes del desastre de septiembre del año pasado los vecinos no imaginaban los impactos que la crecida de La Rafita podía ocasionar. “Uno estaba enseñado a convivir con ella y sí sentíamos que traqueaba, pero ¡ni pensar que eso se estaba viniendo así!”, dice Lucelly.

Esta mujer de 42 años, que trabaja como empleada doméstica, y José Ángel, de 58, que labora como recolector de basuras del municipio por días, encontraron un refugio en El Pacífico. Los dos llegaron desplazados al barrio hace poco más de 20 años desde otras zonas de Antioquia. Lucelly, víctima del conflicto armado, empacó la poca ropa que cabía en una olleta, la escondió en un bulto de café y huyó de Dabeiba con su familia. José Ángel salió de Frontino, huyendo de la pobreza. Y ambos levantaron sus casas en El Pacífico a punta de solidaridad comunitaria y reuniendo los materiales en convites que la JAC organizaba los domingos.

“Empecé la tragedia más grande de mi vida. Fue como otro desplazamiento porque ya me había desplazado por la guerra en el 98. Esta vez me quedé sin nada. Camas, muebles, cocina, todo eso lo derrumbaron las mismas paredes que caían por el agua y destruían lo de nosotros”, dice Lucelly.

Por eso es que hoy se sienten a la deriva. Otra vez se ven expulsados de sus hogares. Los efectos de una temporada de lluvias más intensa de lo habitual en Medellín evidenciaron que un clima cambiante los hace aún más vulnerables. Lucelly y José Ángel lo perdieron todo. Ahora ella vive en una casa en construcción gestionada por sus vecinos y él con su mamá. Ambos en el mismo barrio, y sin claridad de cuándo podrán recuperar lo que perdieron. Vivir por su cuenta en otras zonas de Medellín está por fuera de sus posibilidades económicas.

Asentamientos como El Pacífico surgen de la pobreza y la exclusión, y se ubican en las periferias.  Por eso la quebrada por sí misma no es el único problema, dice Hendys Guzmán Tenjo, una socióloga que hace parte del colectivo Tejearaña y que trabaja con los vecinos del barrio. “El problema termina siendo cómo se controla la quebrada. Porque el problema es la quebrada y no el modelo de desarrollo que hace que las personas que han pasado por desplazamiento forzado tengan que irse a vivir en el borde de la ciudad, al lado de una quebrada”, dice, en tono cuestionador.

Cuando los habitantes del barrio llegaron hace 26 años a asentarse en el lugar, lo hicieron huyendo de los arriendos y facturas de servicios públicos que no podían pagar en la parte baja de la ciudad. Sabían que al buscar la ladera tendrían que compartir territorio con la quebrada. “Si yo vengo aquí y me pasa eso [el desbordamiento de la quebrada, el deslizamiento de rocas y la inundación], por decir, al año de estar viviendo, yo no vivo aquí. Pero apenas [ahora] es que se ve algo así”, dice Dairo, el presidente de la JAC, que vive en el barrio desde hace 17 años.

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Ese 18 de septiembre una lluvia poco intensa, que ya sumaba días, fue suficiente para que La Rafita se desbordara. “La quebrada se crecía. Normal. Pero no de esa forma. ¡Es que ese día bajaba una cosa! Los diámetros de las piedras eran impresionantes”, cuenta Dairo, todavía consternado.

En 2020, más de 30 millones de personas fueron desplazadas internamente por desastres, la gran mayoría de ellas en países en vías de desarrollo, según estimaciones de la OIM, que días antes de la COP26 (la conferencia mundial sobre cambio climático que se desarrolla en Glasgow, Escocia, hasta el 12 de noviembre) dio a conocer su nueva Estrategia Institucional sobre Migración, Medio Ambiente y Cambio Climático 2021-2030.

Por su parte, el Informe mundial sobre desplazamiento interno 2021 (GRID, por sus siglas en inglés) advierte que la cifra de desplazamientos internos en el mundo por desastres es hoy tres veces más alta que la cifra de desplazamientos por conflicto y violencia. El documento indica que los desastres relacionados con el clima provocaron 30,7 millones de desplazamientos internos en 2020. La mayoría ocurrieron en Asia Oriental y el Pacífico y en Asia Meridional.

“Los desastres provocaron la gran mayoría de los nuevos desplazamientos en las Américas en 2020 con 4,5 millones registrados, la cifra más alta en diez años”, señala el GRID. En 2019, Colombia era el cuarto país entre los cinco con el mayor número de nuevos desplazamientos internos en la región de las Américas. “Las inundaciones, los deslizamientos de tierra, los incendios forestales y las tormentas provocaron más de 35.000 desplazamientos en Colombia en 2019”, calculó el GRID. En 2020, el país registró 64.000 nuevos desplazamientos internos por este tipo de desastres, entre ellos los huracanes Iota y Eta.

En el caso de El Pacífico, ¿qué ocurrió para que una quebrada que por décadas corría tranquila al lado del vecindario, de un momento a otro, se convirtiera en una amenaza? La explicación tiene que ver con el aumento de las precipitaciones en la ciudad. Según el director del equipo técnico del DAGRD de Medellín, en la ciudad no ha dejado de llover desde julio de 2020. En septiembre de ese año, cuando ocurrió la inundación en El Pacífico, la ciudad había completado tres meses continuos de lluvias y sus suelos estaban saturados de agua. “El evento de ese día [lluvia] no fue tan alto en intensidad, pero sí encontró una cuenca con unos niveles de saturación muy altos”, explica el experto.

Como el suelo no pudo absorber más agua, la lluvia que cayó ese día rodó sobre la ladera hasta La Rafita. “No hubo infiltración. Toda el agua lluvia se convirtió en escorrentía”, anota el director. El agua residual entró al cauce normalmente dócil de La Rafita y la convirtió en un cuerpo monstruoso. Una amenaza indomable.

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LO MULTICAUSAL COMO EXPLICACIÓN

Mientras está parado en lo que quedó de su casa, José Ángel explica que otra tragedia fue no haber tenido una casa con columnas que aguantaran el embate del agua, ni escrituras para acceder a los auxilios del municipio. “Ninguno tiene escritura acá (…) como esto es de alto riesgo, entonces a nadie le dan escrituras”, dice.

Los vecinos de El Pacífico saben que han invadido la ladera. “Una cosa hay que reconocer. Que a veces construimos donde no debemos. Pero, si usted no me da la solución [de vivienda], yo la tengo que buscar de alguna forma”, señala el presidente de la JAC.

Para la municipalidad, ellos son un asentamiento informal, no reconocido legalmente.  Las viviendas de José Ángel y Lucelly estaban en un polígono de evacuación y por eso no pueden volver a construir en los lotes donde están parados contando todo lo que perdieron. Para ellos la solución es encontrar otros en el mismo barrio, más seguros y por fuera del cauce de la quebrada. Quieren permanecer en El Pacífico, pero para la ciudad el gran reto es encontrar soluciones estructurales y que pobladores como ellos puedan vivir en zonas dignas y seguras.

El problema es que mientras eso pasa, Lucelly y José Ángel no tienen casa ni subsidio de arrendamiento temporal porque las casas que perdieron no estaban reconocidas por el municipio. “La filosofía del Estado para el subsidio a las familias no es el favorecimiento a construcciones ilegales”, explica Gabriela Cano, directora del Instituto Social de Vivienda y Hábitat de Medellín (ISVIMED), la entidad municipal encargada de atender socialmente a los damnificados de la inundación en El Pacífico.

Después de un año de la emergencia, la directora reporta que solo dos de las 56 familias aceptadas en el programa recibieron el subsidio de arrendamiento temporal, un auxilio de 430.841 pesos mensuales. Once de esas 56 familias tienen aprobado el contrato de arrendamiento como paso previo. Trece han desistido del proceso. Y treinta no aplican para ser beneficiarias, como es el caso de Lucelly y José Ángel.

Mientras tanto, el ISVIMED se ciñe a la reglamentación interna, que hace rígidos sus procesos de atención. No siempre las instituciones creadas para proteger a las comunidades están conectadas con la realidad de quienes viven un desastre natural en un barrio de ladera. “Yo no puedo ir a premiar con subsidio al que construyó de manera ilegal en un sitio de la ciudad donde era una zona de invasión”, insiste la directora de la entidad.

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Alejandro Rivera Flórez, profesional en Planeación y Desarrollo Social de la Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia, considera que “hay muchos elementos para pensar que lo ocurrido allí [en El Pacífico] puede ser multicausal”. En 2018, Rivera Flórez hizo parte de la escuela comunitaria de gestión del riesgo del barrio, un proyecto para sistematizar el conocimiento empírico de la gente sobre su territorio.

A partir de esa experiencia, el experto tiene claro que lo que allí pasa no es solo un asunto geológico o climático, sino también un problema social, relacionado con las disposiciones del ordenamiento territorial de la ciudad, “que usualmente son utilizadas como excusas por la administración municipal para no intervenir en términos de gestión de riesgo, pero sí en términos de desalojos, por ejemplo”, explica.

La Agenda para la Protección de Personas Desplazadas Transfronterizas en Contexto de Desastres y Cambio Climático, de la Iniciativa Nansen, también señala que el desplazamiento por desastres es multicausal. Advierte que el cambio climático es un factor importante, pero no el único.

“Crecimiento de la población, subdesarrollo, gobernanza débil, conflictos armados, violencia, así como mala planificación urbana en ciudades en rápida expansión, son factores importantes en el desplazamiento por desastres, ya que debilitan aún más la resiliencia y exacerban los impactos de los peligros naturales, la degradación ambiental y el cambio climático”, indica.

 

EL COLAPSO Y LA OPORTUNIDAD DE EL PACÍFICO

Perder años de esfuerzos es el gran desastre para los vecinos de El Pacífico que tuvieron que dejar sus casas por la inundación. Para Ramírez Madrigal, del colectivo Tejearañas, es una evidencia de que el sistema económico mundial colapsó. Y que ya no vivimos una emergencia o una crisis, sino un colapso climático.

“Yo no le puedo decir que se está colapsando el sistema a José Ángel o a los desplazados del mundo por la guerra, para ellos ya colapsó”, afirma. Y las consecuencias de esto “serían que aumenten los migrantes climáticos, como ha dicho el Panel Intergubernamental del Cambio Climático”, agrega.

Y aunque en El Pacífico los vecinos no usan esos términos para referirse a su situación, sí saben que los cambios en el clima de Medellín han afectado sus modos de vida. Incluso, que les ha impuesto un movimiento que nunca contemplaron: “Desplazados por una tragedia ambiental”, dice Dairo.

También saben que no se pueden dar el lujo de esperar. Tienen que reaccionar más rápido que el municipio. Un día después de la inundación organizaron la Mesa de Atención y Recuperación (MAR). Llevan años de procesos comunitarios y luchas por sus derechos a partir de la organización social, que en 2015, por ejemplo, les permitió acceder después de 10 años a acueducto y alcantarillado.

Esa experiencia comunitaria no solo ha hecho que tengan autodiagnosticados sus riesgos y amenazas, sino que hayan aprendido colectivamente a solucionarlos. Desde la inundación han puesto en marcha un plan de vigías comunitarios o vecinos encargados de seis cuadrantes del barrio, que monitorean la quebrada y las lluvias en el vecindario con reportes a través de un grupo de WhatsApp.  También han empezado a hacerle mantenimiento a la quebrada con jornadas de limpieza, y con una obra comunitaria en la que usan piedras y cemento triturado para reforzar el cauce mientras llega la obra oficial que esperan que formule el municipio.

A estos esfuerzos del barrio se ha sumado el DAGRD con la entrega de palas, almadanas y barras. “Todas estas para trabajo en obras comunitarias de mitigación que realiza la comunidad en convites los fines de semana”, según explicó la entidad.

La comunidad también consiguió con el municipio un pluviómetro (instrumento para medir la cantidad de precipitaciones caídas en un lugar durante un tiempo determinado), el cual instalaron en la parte alta de la quebrada La Rafita. Además, lograron acceder a una capacitación con el Sistema de Alerta Temprana del valle de Aburrá (SIATA), para aprender a interpretar los reportes climáticos arrojados por ese instrumento de medición y compartirlos a través de su grupo de WhatsApp. Asimismo,  llevan adelante  jornadas de construcción participativa del plan comunal de evacuación con el DAGRD.

La tragedia del año pasado también les motivó a pensar en cómo contener el riesgo de deslizamiento de rocas de la ladera y se comprometieron a sembrar más árboles. “Tenemos muy claro que tenemos que aprender a convivir con el riesgo. Así de sencillo”, dice Dairo.

Rivera Flórez, del Colegio Mayor de Antioquia, explica que “la definición de riesgo que a veces adoptan las comunidades es la posibilidad de perder algo. Y estas comunidades que son socialmente construidas, lo tienen todo por perder en ese sentido”.

“¡Las cosas! ¡Los perros! ¡Los perros!”, gritaban desesperadas las mujeres que en el video de Twitter veían desde la puerta de su casa como la “avenida torrencial” de agua lodosa se tomaba el lugar. Escenarios de riesgo como ese son una realidad latente para toda la ciudad y no solo para quienes viven en asentamientos informales. “Todos somos vulnerables. Simplemente somos vulnerables a diferentes situaciones y en diferentes niveles”, subraya Rivera Flórez.

En los últimos 15 meses, el DAGRD ha reportado más de 13 “eventos materializados críticos” y cerca de 100 deslizamientos en Medellín. El reporte positivo es que “el saldo de víctimas es muy bajo”. Lo cierto es que en la ciudad está cambiando la forma en que llueve, y ese cambio en el clima es cada vez más difícil de ignorar. De ahí la necesidad de actuar. Las soluciones pueden estar en los escenarios históricamente más excluidos, pero también más solidarios entre sí. Tal como ha ocurrido entre la gente del barrio El Pacífico. Y mientras los más vulnerables sufren, a miles de kilómetros de ahí líderes del mundo todavía discuten acciones para mitigar los efectos del cambio climático.

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