Ensayo para un periodismo desapropiativo

Fecha: 2023-01-26

Por: Juan Camilo Maldonado

En alianza con:
La Liga contra el Silencio

Ensayo para un periodismo desapropiativo

Por: JUAN CAMILO MALDONADO

En alianza con:
La Liga contra el Silencio

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Alma Guillermoprieto dijo que es menester ético del periodista entrevistar a todas las fuentes como si tuvieran cinco millones de dólares para demandarte. Pues bueno, eso me pregunto: ¿qué pensarán de nosotros nuestras fuentes, que no tienen ni diez dólares para cenar? No lo sé. Lo que sí sé es que les hemos explicado muy poco lo que hacemos.

 

El fragmento es del periodista salvadoreño Óscar Martínez. Lo saqué del libro ‘Los muertos y el periodista’, una explosiva crónica de un reportero experto en crimen y pandillas, en la que no solo reconstruye y reflexiona sobre la muerte de tres de sus fuentes, posiblemente por cuenta de su trabajo, sino que se lanza a hacer una reflexión descarnada sobre las contradicciones de lo que alguna vez se creyó que era “el mejor oficio del mundo”.

“Ser fuente a veces es como gritar a un barranco. Quién sabe dónde se escuchará el eco”, continúa Martínez en una de las secciones del libro. El periodista cuenta que se encuentra con un hombre de un pequeño pueblo, que ha accedido a contarle detalles sobre los nexos entre un poderoso pandillero que posa de líder comunitario y la alcaldía del municipio. El hombre, sin tener idea de quién era Óscar ni que haría con una información con la que arriesgaba su vida, se lanza a compartirle todo lo que sabe sin mayor prevención. “Temblando me reveló sus miedos”, escribe. “Qué abandonado hay que estar para hablar con un marciano”. 

Los periodistas reflexionamos muy poco sobre nuestro poder. Nos embriagamos tanto con la idea de que somos “el cuarto poder”, nacidos para controlar a los poderosos, que en el camino se nos ha olvidado cuestionar la enorme desigualdad que existe entre nosotros y ese mundo desposeído y excluido al que tradicionalmente queremos “dar voz”, como si alguna vez no la hubieran tenido.

En ese intercambio desigual pasa de todo: fuentes que te revelan aspectos íntimos de su vida, que no imaginaban que iban a aparecer a las 8:00 pm en la franja estelar de un canal nacional; líderes sociales que emiten opiniones, sin que nadie les ayude a comprender que muy probablemente serán amenazados cuando el texto con su testimonio se viralice en redes sociales. 

Y todo esto en medio de los premios de periodismo, construidos alrededor de la figura del autor, como si el periodista fuera alguien sin sus fuentes y el mundo sobre el que reporta. Una noción de autor que tiene “prácticas de devorador”, “un estatuto de consumidor genial” y que “ha encubierto la serie de complejas relaciones de intercambio y de compartencia a partir de las cuales se generan las distintas formas de escrituras que, luego, firma como propias”. 

Las citas son de la escritora mexicana Cristina Rivera Garza, en su ensayo Desapropiación para principiantes. A Cristina la conocí hace dos años durante la beca Cosecha Anfibia, un seminario para editores de América Latina organizado por la banda de genixs que lidera Cristian Alarcón desde la Universidad de San Martín en Buenos Aires, y que nos invitó a conversar junto a interesantes líderes del pensamiento contemporáneo, hacia dónde marcha el periodismo. 

Fue allí que por primera vez escuché hablar de la “escritura desapropiativa”. Una propuesta metodológica de Cristina Rivera Garza que nos invita a “renunciar críticamente a lo que la literatura hace y ha hecho: adueñarse de las experiencias y voces de otros en beneficio de ella misma y sus propias jerarquías”, y enfocarse creativamente en explorar cómo se paga la deuda con la que quedamos como autores con aquellxs que se prestaron —voluntariamente o no— para ser la materia prima de nuestro tejido narrativo. 

A los pocos meses de terminada la beca Anfibia recibí un mensaje de la periodista Isabela Puyana, quien entonces finalizaba su carrera de periodismo en la Universidad Javeriana y quería que yo la acompañara como su director de tesis a realizar una investigación sobre el subregistro de niños y niñas muertos por causas asociadas a la desnutrición en La Guajira. 

Desde nuestro primer encuentro, Isabela tenía claro que no quería hacer un reportaje tradicional ni sumarse a los tantos actores que han pasado por el territorio de forma extractiva y vertical. De ahí que la propuesta de Cristina Rivera Garza se convirtió rápidamente en centro de nuestra conversación y que comenzamos a imaginar cómo sería realizar un reportaje desapropiativo, una estrategia que “abrazara y diera la bienvenida a las escrituras de otros dentro de sí de maneras abiertas, lúdicas, contestatarias”, como provocadoramente escribe Cristina.

Isabela decidió entonces desarrollar su investigación en la comunidad wayuu de El Tablazo, a partir de una práctica ancestral de esta nación indígena: el círculo de la palabra, un espacio de participación y escucha activa. 

Isabela participó en cinco círculos de la palabra, tres de ellos durante un primer viaje –antes de escribir el reportaje– y dos más en un viaje posterior, en el que realizó una lectura colectiva del texto y recogió las reacciones de la comunidad al mismo. En los círculos participaron las autoridades wayuu, expertos y tres mujeres que habían perdido a sus hijos por desnutrición y que nunca lograron registrar su defunción: Micaela, María y Judith. En muchas ocasiones, la palabra circuló en lengua wayunaiki. 

“Desde el comienzo sentí el agradecimiento de la comunidad por reconocer la manera en que ellos suelen transmitir su conocimiento y hacer memoria de sus muertos”, me cuenta Isabela. “Fue un proceso de reconocimiento como personas, más allá de la relación reportera-fuente, fundamentado en la palabra, que es central para los wayuu”.

Al final, Isabela encuentra una forma de habilitar las voces de quienes participaron en el círculo y hacerlas visibles en la versión  final del texto. La propuesta es sencilla: quien lea el reportaje podrá hacer clic en algunas frases resaltadas y leer directamente la reacción o comentario de alguno de sus protagonistas cuando escuchó la lectura del texto por parte de Isabela. El resultado es una suerte de escritura colectiva. 

En su tesis Isabela propone pensar más en cómo crear formas de escritura comunal, en plural, a la hora de construir un texto, de elaborar narrativas, de hacer partícipe al lector o lectora, para que no sean solo audiencias pasivas.

Durante la reportería y los círculos de la palabra, Isabela amplió su mirada: empezó buscando los impactos de la desnutrición infantil y terminó escuchando otras problemáticas que sus interlocutores e interlocutoras querían plantear. “Se abrieron nuevas conversaciones”, me cuenta Isabela, y lo “ideal” sería poder seguir dándole alas a esas conversaciones. El espíritu de Mutante se guía por esa idea: abrir esas conversaciones y es lo que empezamos a hacer con este especial periodístico.

Acogimos el periodismo desapropiativo como exploración de nuevos caminos que nos permitan relacionarnos de formas más recíprocas y justas con las fuentes, de actuar de forma más cuidadora con ellas, o aceptar que pueden ser cocreadores de nuestros relatos.  No siempre es posible, pueden haber reparos a esos planteamientos, pero abre un mundo de posibilidades para interrogarnos sobre cómo llegamos a esas fuentes y qué hacemos con lo que deciden contarnos, sobre todo en el caso de los más excluidos, para quienes muchas veces el periodismo se ve lejano. El camino está abierto para ser explorado, acá empezamos a hacerlo.

Conoce más sobre el especial “Hablemos de La Guajira y de las muertes no contadas” aquí y lee el reportaje desapropiativo de Isabela Puyana aquí