Amigas, démonos cuenta: Petro es un político, no un ídolo al que le debemos aplausos

En el debate feminista aplaudimos a un candidato que nos hizo esperar, sin siquiera un atisbo de reclamo y aceptamos con condescendencia sus respuestas desatinadas. Nos debemos primero lealtad a nosotras mismas ¡No seamos indulgentes con nuestros (potenciales) gobernantes!

Fecha: 2022-06-06

Por: María Paula Murcia Huertas

Amigas, démonos cuenta: Petro es un político, no un ídolo al que le debemos aplausos

En el debate feminista aplaudimos a un candidato que nos hizo esperar, sin siquiera un atisbo de reclamo y aceptamos con condescendencia sus respuestas desatinadas. Nos debemos primero lealtad a nosotras mismas ¡No seamos indulgentes con nuestros (potenciales) gobernantes!

Por: MARÍA PAULA MURCIA HUERTAS

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Una de las principales características del movimiento feminista es su espíritu crítico. Pero eso no se vio reflejado en el debate feminista —al que llamamos debate pero que poco tuvo de debate— que ocurrió el 2 de junio en Bogotá y al que solo asistió Gustavo Petro. Mucha arenga de “¡respeto, respeto!” en el auditorio durante las dos horas que nos tuvo esperando, pero después de haber llegado, ni un solo reclamo de parte de las moderadoras ni del público. El auditorio cayó rendido ante sus pies. Escuchar al candidato del Pacto Histórico llegó a ser difícil, porque a cada una de sus frases le seguían vítores y aplausos.

Alrededor de 30 organizaciones, colectivos y medios de comunicación de mujeres de diferentes lugares del país, entre los que también estuvo Mutante, trabajamos durante meses para sacar este evento adelante. El día del “debate” éramos más de 500 personas en el teatro, la mayoría mujeres y personas de la población LGBTIQ+. Había mucho color: pañuelos verdes, banderas moradas de colectivas feministas y banderas trans, con sus franjas rosadas, azules y blancas. También había cantos: “América Latina será toda feminista”, “por nuestras muertas, ni un minuto de silencio”, “¡respeto, respeto!”. 

Había trípodes, cámaras y un escenario listo desde las 5:00 p.m., esperábamos a Rodolfo Hernández y a Gustavo Petro, los dos candidatos que se disputarán la presidencia en la segunda vuelta electoral el próximo 19 de junio, para que nos hablaran sobre sus agendas de género. El primero rechazó la invitación, el segundo la aceptó el día antes del debate, a las dos horas canceló y al rato reconfirmó. Esperamos dos horas, durante las cuales Gustavo Petro volvió a cancelar y a reconfirmar, para ver un evento que, sabíamos, iba a ser difícil de timonear y que finalmente empezó casi a las 7:00 p.m.

Petro parecía entre amigas. Se veía relajado, risueño y cómodo sentado en medio de tres moderadoras, con su pañuelo verde al cuello. Parecía una escena de agasajo. Incluso se tomó la licencia de no responder lo que no quiso, como cuando le preguntaron lo que significa mansplaining (a lo que por cierto, una de las moderadoras calificó como una de sus “grandes habilidades”¿?), desde la ingenuidad impostada de quien se sabe de antemano amnistiado por no contestar. Fuimos un público muy adulador y poco exigente. 

Recordemos, compañeras feministas, que Gustavo Petro no es nuestro amigui ni nuestro aliade. Es un candidato a la presidencia de Colombia, y un político con poder. Aplaudirle sus respuestas, como sucedió no solo desde el público, sino también desde el escenario en múltiples ocasiones, no es el lugar más coherente en el que nos podemos ubicar. Como movimiento nos corresponde tomar distancia de ese poder, pues solo así podemos ejercer una veeduría crítica y ecuánime. No olvidemos que es en el poder en donde se perpetúan las violencias contra las que luchamos.

¿Por qué le aplaudimos a un candidato que nos hace esperar, sin siquiera un atisbo de reclamo? ¿Por qué le otorgamos indulgencia a sus respuestas desatinadas? ¿Por qué evitamos hacerle muchas de las preguntas incómodas que había que hacerle? ¿Acaso allanarle el camino nos conviene en cualquier contexto? ¿Nos vamos a echar al hombro la responsabilidad que le corresponde a él de persuadir a su electorado? ¿Se la vamos a dejar así de fácil? ¿Es que ya olvidamos que él también nos ha dado la espalda antes?  

Hemos manifestado clara y radicalmente nuestro rechazo a Rodolfo Hernández, entre otras, porque es un señor misógino y retardatorio, que quiere, desde la posición de poder a la que aspira, reversar los derechos que la misma lucha feminista ha conseguido. Esas posturas le hubieran costado carísimo ante el público en el debate. Y ya que no fue, nos dejó con el espacio completo para profundizar en el programa de gobierno de Gustavo Petro, pero también para cuestionarle sus propias jugadas sucias contra nosotras: su apoyo a Hollman Morris —excandidato a la alcaldía de Bogotá, denunciado por violencia física y económica contra su exesposa—; la bienvenida a Alfredo Saade —líder cristiano antiderechos— a su campaña; su voto para que Alejandro Ordóñez llegara a procurador; su propuesta de “aborto cero” —en la que, en vez de garantizar el acceso al aborto, pretende la imposible tarea de lograr que nadie tenga que abortar—. Quizás, si lo hubiéramos hecho, él habría tenido la posibilidad de explicar y pedir perdón (como en el caso de la pregunta por “su asociación del feminismo con “la vieja izquierda tradicional en la esfera intelectual de la gran ciudad”). Pero no lo hicimos. 

Es más, solo celebramos todo lo que dijo, incluso lo que dijo mal. Como por ejemplo, cuando le preguntaron “la diferencia entre sexo, género, orientación sexual, e identidad sexual (sic)”, en la que se fue por las ramas, y dio una respuesta muy confusa, a la cual una moderadora respondió con un condescendiente, “Gustavo Francisco lo vamos a remitir a la Red Comunitaria Trans y a su hija Sofía para más información”. ¿Habría respondido de la misma manera a Rodolfo?

Petro es un político en campaña que quiere complacer a sus públicos. Y como su público feminista tenemos mucho poder para inclinar la balanza, pero perdonarle con condescendencia sus embarradas (no solo las del debate), o hacernos las de la vista gorda, solo nos hace daño. Con eso no quiero decir que no valoremos sus propuestas disruptivas y progresistas en favor de nosotras. La creación de un Sistema Nacional de Cuidado y un Ministerio de la Igualdad, el reconocimiento de las labores de cuidado en las semanas de cotización para pensión, la paridad de género en cargos públicos, solo por mencionar algunas de sus propuestas, son acciones necesarias para emprender el camino hacia un país igualitario en el que las mujeres no seamos víctimas de violencias solo por ser mujeres. Con esto quiero decir que le exijamos más. Porque eso es lo que merecemos: un gobernante íntegro, puntual, coherente, que nos tenga como prioridad y que esté dispuesto a entregarnos sus mejores respuestas siempre. Valoramos su asistencia, pero su sola presencia no basta. 

Agradezco a todas las organizaciones y medios que trabajaron durante meses para sacar adelante este evento. Conozco de primera mano el esfuerzo invertido y reconozco la dificultad que suponía capotear un “debate” con un solo invitado. A pesar de las dificultades, nunca antes en el país habíamos vivido un debate feminista y con tal cantidad de personas sintonizándolo: más de 500 presencialmente y más de 45.000 en línea. Reunir a más de 30 organizaciones de mujeres para poner la agenda de las mujeres en el debate público a nivel nacional y presentársela a un candidato presidencial para que siente postura es definitivamente un logro. 

Pero más allá de las palmaditas en la espalda, es un momento crucial para la autocrítica y pensarnos el lugar que vamos a ocupar en un eventual gobierno de Gustavo Petro. Quizás nos faltó tino colectivo para prever lo que significaba la asistencia de un solo candidato, y afinar más las preguntas y la metodología para evitar que se convirtiera en un “acto de campaña”, como lo describió un asistente del debate. 

Sé que la mayoría de nosotras, si es que no todas, queremos que sean Gustavo Petro y Francia Márquez quienes lleguen a la presidencia y vicepresidencia de Colombia, no solo por sus propuestas que ponen a la vida en el centro de su proyecto político, sino por lo que representan. Son símbolos de un necesario cambio en las dinámicas políticas excluyentes, racistas, clasistas y machistas de este país. Pero nos debemos primero lealtad a nosotras mismas y a nuestros principios. No seamos indulgentes con nuestros (potenciales) gobernantes. No importa quiénes sean. 

Amigas, démonos cuenta. Petro es un político, no un ídolo al que le debemos aplausos. Su propuesta es la de un país que nos garantice condiciones de vida dignas y en paz. No agradezcamos porque nos dan lo que merecemos. Hagamos veeduría consciente para que se haga realidad.