“Es un sentimiento que llevan a cuestas en soledad”

Un detrás de cámaras de la experiencia del nodo Reino Unido e Irlanda para el Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad.

Fecha: 2022-08-02

Por: MUTANTE

“Es un sentimiento que llevan a cuestas en soledad”

Un detrás de cámaras de la experiencia del nodo Reino Unido e Irlanda para el Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad.

Por: MUTANTE

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Un esfuerzo inédito de escucha y memoria hizo la Comisión de la Verdad para entregar un capítulo completo sobre el exilio colombiano en su Informe Final. Su método de trabajo, en nodos internacionales, permitió recoger 2.350 testimonios en 24 países. Invisibilización, desconfianza y reclamos sobre la verdad fueron parte de lo que encontraron al hablar con la comunidad colombiana exiliada.

Peter Drury, un investigador inglés de conflictos internos en América Latina, llegó a la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad (CEV) en octubre de 2019 para ser el enlace entre el Reino Unido y Colombia. Uno de sus propósitos fundamentales fue abrir el mayor número de canales posibles con la comunidad colombiana exiliada en esta zona del mundo y lograr integrar sus testimonios al Informe Final que la CEV estaba preparando. Tal como estaba sucediendo paralelamente en otros nodos internacionales organizados por esta institución.

No era una tarea menor. Nunca antes una comisión de la verdad del mundo se había propuesto escribir un capítulo completo sobre el exilio, tomando testimonios directamente en los países donde se refugió su gente exiliada. El reto significaba abarcar a los exiliados colombianos que vivían en Reino Unido, pero, también, a aquellos que estaban dispersos en buena parte de países de la Unión Europea, así como en Norte, Centro y Suramérica.

Londres era un epicentro de colombianos y colombianas que habían llegado a Europa más de 20 años atrás, huyendo de la violencia, en busca de refugio. Entre 1990 y 1994, Reino Unido fue el segundo país con mayor recepción de refugiados colombianos, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). A comienzos del siglo XXI, en el año 2000, ochocientos setenta colombianos vivían su exilio en Reino Unido, era el cuarto país de acogida, después de Estados Unidos, Ecuador y Canadá. 

Para el momento en el que la CEV comenzó a hacer su trabajo, apenas se estaban consolidando juntanzas entre los exiliados colombianos, en donde podían, siquiera, nombrar su dolor de patria.

Fue ahí cuando Drury conoció a Andrei Gómez, un colombiano en Londres que, aunque le cuesta reconocerse como víctima del conflicto armado colombiano, sufrió las consecuencias de un fenómeno poco nombrado cuando se trata de narrar la historia de la guerra en Colombia: el exilio. Por cuenta de la persecución política que vivieron sus padres, cofundadores del partido de la Unión Patriótica (UP), Gómez emprendió un camino que lo llevaría a investigar el exterminio de la UP y la “red transnacional de resistencia al genocidio”, que crearon orgánicamente los militantes exiliados para tratar de frenar la violencia contra sus compañeros en Colombia.

Gómez también había cofundado Rodeemos el Diálogo, una red de colombianos en el Reino Unido que, desde el 2012, apoyaron el Proceso de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la otrora guerrilla de las Farc-ep.

Rodeemos el Diálogo, junto con otras organizaciones de la sociedad civil como Mujer Diáspora, varias universidades y algunas entidades estatales británicas se unieron a la CEV para aportar su experiencia al Informe Final que la institución debía entregar al país el pasado 28 de junio. En Mutante.Org conversamos con los dos investigadores para resaltar algunos aprendizajes y hallazgos que les dejó este proceso de contribución al capítulo “La Colombia fuera de Colombia”; aquí un listado de acciones que los explican y que podrían replicarse en el proceso de recoger testimonios inéditos. 

 

 

1. PRIMERO LO PRIMERO: CONOCER EL CONTEXTO

 

Reconocer lo que habían vivido los exiliados colombianos antes de su salida del país fue uno de los pasos claves para el trabajo de Andrei Gómez y Peter Drury. La gran mayoría de los exiliados se vieron forzados a dejar Colombia tras haber vivido una o varias violaciones de derechos humanos, como amenazas, desplazamientos forzados internos o torturas. Finalmente, se trataba de dejar  claro que el exilio fue un crimen prolongado de muchas otras violencias vividas en Colombia por motivos políticos.

Muchos de los relatos que contenían verdades sobre esto, y sobre el exilio mismo, estaban en el mutismo absoluto. La gente temía que hablarlo fuera como regresar a la escena del crimen, igual de desprotegido que antes. Había miedo, pero también frustración, rabia e, incluso, rencor hacia Colombia por haber sido un país que desprotegió a una gran parte de su población, a la que dejó sumida en el olvido una vez cruzó sus fronteras.

 

2. CONTRARRESTAR LA DESINFORMACIÓN Y DAR A CONOCER LOS OBJETIVOS DE LA CEV

 

Tras la campaña de desprestigio, por parte de la derecha colombiana, hacia los Acuerdos de Paz del 2016 y las entidades nacientes (Jurisdicción Especial para la Paz, Unidad Búsqueda y Comisión de la Verdad), el primer propósito del nodo del Reino Unido e Irlanda fue que la gente supiera “lo que era y lo que no era”, explica Drury.

Se dedicaron a contar, a través de redes de latinos, medios comunitarios y el voz a voz, su intención de escuchar a las víctimas de desplazamiento forzado fuera de Colombia para lograr así una paz “completa”.

 

3. LENTAMENTE PERO CON FIRMEZA: CONSTRUIR CONFIANZA CON LAS VÍCTIMAS

 

Sin embargo, en las primeras reuniones se encontraron con una “profunda desconfianza” hacia la Comisión, recuerda Gómez, quien entrevistó a los exiliados en el Reino Unido: “La gente que se fue por persecución del Estado colombiano, (desconfiaba) porque había llegado Iván Duque al poder. Se preguntaban: ¿Qué va a pasar con esos archivos?, ¿por qué le voy a dar mi testimonio a una Comisión que es parte del Estado?”.

Una de las formas de construir lazos fue a través de la conexión con las emociones y de preguntas simples. Por ejemplo, les preguntaban a los asistentes a las reuniones qué los hacía sentir la Comisión y, si la respuesta era “desconfianza”, “rabia” o “miedo”, indagaban de dónde venía la información que los hacía sentir así y la chequeaban en conjunto.

En muchas ocasiones se trataba de desinformación. Entonces, les explicaban que el trabajo de la CEV era autónomo e independiente, que buscaban las versiones de todos los actores del conflicto y que la información estaría blindada.

 

4. ESCUCHAR A LAS VÍCTIMAS COMO OBJETIVO MAYOR

 

No fue fácil, en medio de las restricciones por Covid-19 y a través de plataformas virtuales, lograr que las personas se dispusieran a contar lo que habían callado por décadas. Los dos investigadores coinciden en que había un sentimiento de culpa entre los exiliados por haber dejado a sus seres queridos e, incluso, por creer que eran afortunados y “no debían quejarse” a pesar de lo difícil que había sido la experiencia de huir, de abandonar sus seres queridos, sus labores, su territorio.

Pero una vez entendían que el desplazamiento forzado transnacional era una violación de derechos humanos, al mantenerlos alejados, silenciados y con sus proyectos de vida truncados como mecanismo de terror, accedían a expresar su verdad como el primer eslabón a la justicia y la reparación.

“Ninguna Comisión de la Verdad en el mundo había hecho un esfuerzo tan grande por tratar de documentar en 24 países lo que había pasado en uno solo (…). ¿Esto no era lo que muchos de ustedes estaban pidiendo, que hubiera una Comisión que contara lo que pasó en el exilio?”, recuerda Andrei Gómez que les decía.

 

5. EXPERIMENTAR CON LOS MÉTODOS Y TÉCNICAS NO HEGEMÓNICAS PARA RECABAR TESTIMONIOS

 

Después de recolectar 2.350 testimonios sobre el exilio colombiano en 24 países del mundo, 92 de ellos en el Reino Unido, y consignar los hallazgos en el Informe Final, el aprendizaje —al menos de Peter Drury— es que contar la verdad es un proceso de tiempo: “Paciencia no es la palabra, pero esto remueve muchas emociones y crea tensiones”. 

Todos los testimonios fueron recogidos gracias a la voluntad de quienes habían sufrido el exilio de compartir su historia, no siempre como si se tratara de un ejercicio de investigación con métodos tradicionales, sino también a través de actividades que reivindicaron el arte como vehículo de la memoria y, además, se convirtieron en espacio de sanación de heridas aún abiertas; así que fue durante actividades simbólicas como la construcción de muñecas de tela, tejidos y talleres de escritura, que muchas personas encontraron la forma de expresar lo que aún las palabras no pueden nombrar.

Era necesario darle un lugar al exilio para hablar de lo que significó dejar una vida completa en Colombia a causa del terror y la violencia. Era necesario sentirse escuchados y reconocidos en sus vivencias y dolores como exiliados. Ahora, además, será necesario que sus más de dos mil voces sean conocidas por la gente en Colombia que nunca tuvo que salir o sufrir este tipo de crimen. Estos relatos, y su alcance en la historia, también representan una oportunidad sanadora para todo el país.

 

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