Cuando no hay violencia policial, las mujeres seguimos siendo agredidas

Las violencias basadas en género han sido una constante durante el Paro Nacional. En las últimas semanas se han hecho públicos casos de agresiones por parte de los manifestantes e integrantes de primeras líneas. Entre MANIFIESTA y Mutante recopilamos varios de estos casos en distintos puntos del país.

Fecha: 2021-06-16

Por: Tatiana Peláez (MANIFIESTA) y Natalia Duque (MutanteOrg)

Ilustración: Matilde Salinas

Cuando no hay violencia policial, las mujeres seguimos siendo agredidas

Las violencias basadas en género han sido una constante durante el Paro Nacional. En las últimas semanas se han hecho públicos casos de agresiones por parte de los manifestantes e integrantes de primeras líneas. Entre MANIFIESTA y Mutante recopilamos varios de estos casos en distintos puntos del país.

Por: TATIANA PELÁEZ (MANIFIESTA) Y NATALIA DUQUE (MUTANTEORG)

Ilustración: Matilde Salinas

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“¡La revolución será feminista o no será!” 

Las mujeres gritaron esta frase arriba de la tarima de Portal Resistencia, en Bogotá, una y otra vez el pasado seis de junio, hasta que las interrumpieron. Era casi la medianoche. Habían pasado 18 horas desde el inicio de la jornada ‘24 horas sin Esmad’, un evento convocado por varias organizaciones, colectivas y manifestantes que llevaban resistiendo desde hace semanas en la zona. A las seis de la tarde, las tarimas del Portal dieron paso a la música, y con ella al esparcimiento, al baile y al alcohol.

Sin la amenaza de la fuerza policial, los manifestantes abandonaron la tensión que generalmente se siente a esa hora desde que inició el Paro Nacional. Según la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, del 28 de abril al 3 de junio, en Portal Resistencia se han registrado 1425 personas heridas, 12 casos de violencia sexual, 68 capturas ilegales y dos asesinatos atribuidos presuntamente a la Fuerza Pública. Sin embargo, este no fue el caso de las mujeres que estuvieron  en el Portal esa noche.

“Ni mierda, no vamos a permitir que esto pase”, gritó luego otra mujer en la tarima, señalando con rabia los abusos contra mujeres que se presentaron durante el transcurso de la jornada. A las 11:00 p.m. se esparció la noticia por el lugar: una joven había sido abusada en Portal Resistencia. La música y el desorden se apagaron. “Una vez las mujeres se subieron a la tarima, hubo risas. Insultos”, dice Valentina*, una manifestante que estaba muy cerca al escenario cuando sucedieron los hechos. 

En la llamada ‘Noche sin Esmad’ en Portal Resistencia, varias mujeres fueron víctimas de violencias basadas en género. Sin la Policía y la ausencia de los abusos de su fuerza, se hacía más visible la primera amenaza para las mujeres: el machismo y la misoginia, tenga o no uniforme. 

  

ESA NOCHE PORTAL RESISTENCIA NO ESCUCHÓ A LAS MUJERES

“Supimos que hubo un abuso. Luego vimos a los hombres de Primera Línea correr detrás del agresor. Nosotras salimos detrás para evitar que algo peor sucediera”, recuerda una de las defensoras de DD. HH. de la Fundación Lazos de Dignidad, quienes se encontraban en el lugar esa noche. “Le pegaron un puntazo al tipo. Después llegó la Guardia Indígena y se hizo cargo del abusador”. 

Mientras tanto, en la tarima estaba cantando una artista de perreo feminista. Sara* y sus amigas se acercaron al escenario. Bailaban tranquilas, pero “de un momento a otro siento que alguien se me está acercando por detrás”, cuenta Sara. Un hombre quería pegarse a ella. Se alejó y le reclamó. Él y sus amigos comenzaron a acosarlas. “Terminaron todos encima de nosotras insultándonos, diciendo que deberíamos normalizar este tipo de situaciones”. 

Valentina, por su parte, dice que un hombre en primera fila empezó a escupir a las mujeres de la tarima. “No estoy segura de si era un hombre de Primera Línea o no”. Los escupitajos iban con insultos: “Feminazis”, “están locas”, “bájenlas del escenario”. Sara dice: “No me siento segura en Portal Resistencia. He hecho muchos trabajos ahí por más de un mes de Paro y por el simple hecho de ser mujer me toca estar mucho más precavida que cualquier persona”.

Al preguntarle por esa noche, un vocero y líder de la Primera Línea de Patio Bonito respondió: “nosotros mediamos. Empezamos a controlar a las personas cuando les estaban gritando ‘feminazis’. Nosotros nunca violentamos o atacamos a las feministas ni a otros movimientos”. 

Pero, Gabriela*, otra manifestante que estaba cerca de la Primera Línea tiene otra versión. “Cuando la chica en la tarima dijo: ‘Ni mierda’, la Primera Línea empezó a pedir que la bajaran del escenario, que habían niños, que era una grosera, que se callara”. Según ella, la joven respondió que ellos estaban haciendo lo mismo que la Policía: agrediendo mujeres y subestimando las denuncias, y que los indignó más la palabra ‘mierda’ que la denuncia.

Frente a estos casos en los que los mismos manifestantes son un riesgo para las mujeres que deciden participar de las movilizaciones, Lina Morales, abogada feminista e integrante de la Esquema Feminista de DDHH, afirma que es fundamental reconocer la importancia de las demandas feministas, así como darles lugar en la agenda y en los espacios de discusión. 

A esto se suma la necesidad de establecer protocolos claros para prevenir la violencia contra las mujeres. Ante estos casos, líderes y personas organizadoras de eventos no cuentan con herramientas ni vías para hacerles frente. “Este es un ejercicio de reconocer la agencia e importancia que tenemos nosotras en los escenarios de movilización”, aseguró Morales. 

 

NOS TIENEN AGUANTANDO HAMBRE: LOS ROLES DE GÉNERO SE IMPUSIERON EN PORTAL RESISTENCIA 

Mientras insultaban a las mujeres en la tarima, otra mujer era agredida por un transeúnte allí mismo. “Recuerdo que estaba habilitado el carril hacia la Villavicencio (vía), pero algunos chicos lo estaban bloqueando intermitentemente”, dice Juana*, defensora de DD. HH de Lazos de Dignidad. En ese momento llegó un motociclista que quería pasar. “Nos acercamos a él. Le pedí que esperara 10 minutos para que lo dejaran pasar”. El motociclista la empujó y le gritó: “Usted es una niñita, usted a mí no me toca, no me dice lo que tengo que hacer”.

Juana le repitió con calma que esperara. “Me dijo que era una estúpida, siguió insultándome”. Cuando llegó su compañero, el motociclista cambió su tono:“Controle a su compañera”. Según Juana, una mujer de la Guardia Indígena intentó mediar y otra vez el motociclista, alcoholizado y posiblemente bajo el efecto de otras sustancias, la insultó. “El tipo se calma porque llega toda la Primera Línea”. Cuando Juana media con él por última vez, el motociclista la intenta atropellar con la moto. Ahí lo redujeron los hombres de Primera Línea. 

“Eso fue lo que predominó esa noche. Mucha gente estaba alcoholizada y drogada. Ese fue el llamamiento de las chicas que se tomaron la tarima. Pidieron que se cancelara el evento (…) No era un espacio seguro para las mujeres”, concluye Juana. Luego de la agresión, el esquema de Lazos de Dignidad, compuesto en su mayoría por mujeres, levantó su labor de Portal Resistencia y no se quedaron hasta tarde. “La agresión vino de un hombre alcoholizado y drogado. En este sistema patriarcal eso es una excusa para ser violentadas”, denuncia.  

El pasado 11 de junio hubo otro caso de esta forma de violencia allí: la olla comunitaria vegana que se monta desde hace días en el Portal, se desmontó por hombres de Primera Línea. “Nos dijeron que no les parecía que se desmontara la olla porque ellos no habían comido. Nos dijeron: ‘Nos tienen aguantando hambre’”. Laura* asegura que, sabiendo que la olla era vegana, les dijeron: “Vamos a tener que hacer tropel por la carne en la comida”. 

El vocero de la Primera Línea de la zona explicó que “Los muchachos no son veganos. La comida ha generado cierto malestar porque las sopas de ellas no nos gustan. Según él, la olla vegana es solo para dos o tres personas, y se han formado otras ollas en el espacio. “Debido a eso surgieron dos ollas diferentes para preparar nuestros propios alimentos”, asegura.

“Somos las mujeres las que estamos sosteniendo el espacio humanitario, ¿Cómo es posible que toda nuestra labor sea invisible?”, se pregunta Laura. “Llegan a mandar y con sus actitudes de macho. Nos dolió profundamente tener que irnos del espacio. Aún así el espacio de la olla se hizo en un barrio cercano, pero no con ellos”.

“Este no es un nuevo tipo de violencia; es la que ya hemos observado pero en un nuevo escenario que es el de la movilización social”, nos dijo Nancy Becerra, psicoterapeuta con perspectiva de género. Más de 50 días de movilización han dejado al descubierto también que la violencia contra las mujeres no cesa, incluso en escenarios protagonizados por actores que aspiran una gran transformación en el país. 

Esta semana también lo mencionó Yamile Roncancio, directora de la Fundación Feminicidios Colombia, a través de un hilo de Twitter en el que enfatizó en la masculinización de los espacios de protesta y la impunidad ante los casos de acoso, lo que constituye “un contexto perfecto para que se abuse y acose sin que haya mayor efecto. 

 

LAS HISTORIAS TRASCIENDEN EL PORTAL 

Aunque estos casos ocurren de manera sistemática aún no existe un registro consolidado de estos. Por un lado, algunas organizaciones sistematizan únicamente los casos en los que el victimario es un integrante de la fuerza pública. Por otro, las que registran estos hechos aseguran que para saber cuántos casos de violencia basada en género se han presentado por parte de manifestantes debían revisar uno por uno, pues no tenían aún este dato discriminado.

Lo que ocurrió en Portal Resistencia abrió la discusión acerca de las violencias basadas en género cometidas por manifestantes, no solo en este sitio, sino también en otros escenarios de movilización masiva. “El machismo es un sistema estructural y como tal atraviesa desafortunadamente todos los espacios en donde habitamos las mujeres, de eso no se escapan los movimientos sociales ni las movilizaciones”, asegura Lina Morales.

El 28 de mayo en el Monumento a los Héroes en Bogotá, se montó una tarima para varios artistas, incluidos los Hermanos Palchukan, un grupo musical de la región amazónica. Laura Santiago estaba tras la tarima vendiendo cachaza (un trago brasileño) cuando se le acercó el grupo a comprar varias botellas. “Poco a poco se fueron todos hasta que quedó solo un indígena llamado Jairo, quien se puso a beber mucho hasta llegar al punto de que estaba muy ebrio”, contó. Poco a poco se acercó a ella y, cuando estaba desprevenida, le tocó la vulva. Ella comenzó a gritar y a pedir a las personas de logística que lo sacaran, pero eso no pasó. 

Durante la jornada otras mujeres se acercaron a Laura para decirle que también se habían sentido acosadas por Jairo. “Luego, en el espacio asambleario lo discutimos porque nadie esperaba esa situación. Ahí definimos no permitir el consumo de sustancias y además pensar en una ruta específica de cómo actuar frente a estos casos”,  cuenta Laura.

El 11 de junio, La esquema feminista de DD. HH., la Red Jurídica feminista, el colectivo Buscarlas hasta encontrarlas y el Comité de género de la UPTC (Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia) hicieron público otro caso de violencias basadas en género en la localidad de Suba, en Bogotá: una mujer que llegó de Sogamoso con compañeros de Escudos Azules a entregar unas donaciones, fue violentada y exiliada del campamento de Tibabuyes. 

Según el comunicado, los hechos del 30 de mayo sucedieron así: “Me manifiestan que hay un chisme, donde de manera puntual se expresaba que yo estuve teniendo relaciones en la Universidad Pedagógica Nacional”, afirma la mujer en la denuncia. Aunque la acusación no era cierta, personas de la Primera Línea de Suba decidieron castigarla y echarla del lugar junto con otro hombre contra el que también existían quejas por “mal comportamiento”. 

 

“El castigo consistía en desnudarnos y lanzarnos a la laguna”. Como la mujer se resistió, una de las chicas de Primera Línea la intimidó y la amenazó con golpearla si no cumplía con el castigo. “Duré casi 10 minutos en el agua, me estaban gritando e insultando. También un chico se me acercó y me golpeó la cara con un bastón”. 

Luego de este comunicado, el día de ayer hubo un acuerdo entre la denunciante y la Primera Línea de Suba, quienes se comprometieron a identificar y expulsar a las personas de la organización que la violentaron, y reconocieron que no están de acuerdo con “sanciones y castigos” que deslegitiman su función principal de proteger. También acordaron reparar a la mujer a través del apoyo de colectivas de género feministas, acompañamiento psicológico y por medio de rutas y espacios pedagógicos para evitar la violencia en estos espacios. 

La esquema feminista de DD.HH contó que el vocero de Primera Línea de Suba se comunicó con la víctima para pedirle perdón y reiterar el compromiso del acuerdo. No obstante, Escudos Azules Sogamoso aún no se ha pronunciado por las violencias que cometieron miembros de la organización contra la mujer, quien además era su compañera. 

El 28 de mayo en Medellín se realizó una movilización masiva donde participaron dos mujeres que nos compartieron sus historias. La primera de ellas, Valentina, nos contó que “luego del tropel, un man me dio una palmada en el culo sin mi consentimiento. Me sentí agredida. No me siento segura al lado de ningún macho, por más revolucionario que sea”. 

En el segundo caso, Angie iba caminando con otra compañera de la marcha a su casa cuando una mujer se les acercó muy asustada. ”Nos dijo que la ayudáramos, que si podía caminar con nosotras porque alguien la estaba siguiendo”, dijo Angie. Les contó que un hombre que iba a todas las marchas la estaba acosando; le escribía mensajes y le enviaba fotos de los puntos de la marcha en los que ella estaba. “Al final ella se encontró con alguien en una estación del metro y ya no supe más de ella”.

 

EL SILENCIO Y LA NATURALIZACIÓN DE LAS VIOLENCIAS

El silencio también pareciera ser la mejor opción para algunas mujeres cuando surgen contradicciones frente a cómo reaccionar cuando el agresor hace parte del mismo movimiento social. “Siempre hay esa influencia encima de que no hay que dañar el espacio, por lo tanto se ignoran o se normalizan este tipo de situaciones”, aseguró Sara*, manifestante del Portal de la Resistencia. El hecho de que no existan protocolos ni rutas claras para hacer frente a estos casos es muestra de la poca relevancia que todavía tiene la violencia basada en género al interior de los movimientos sociales. 

Por ejemplo, al indagar con manifestantes de Valle del Cauca, específicamente de la primera línea de El Cerrito, no hubo respuesta. Melisa*, una de sus integrantes, nos contó que en la movilización estaba “una base social muy amplia y diversa que termina siendo un reflejo de la sociedad misma. Es una fotografía”. Ella las llama“violencias ligeras”, como acciones machistas que han sido normalizadas y que no son reconocidas como tal.

Una de las mujeres con las que conversamos en el Portal de la Resistencia mencionó que la violencia contra las mujeres es de carácter sistemático en estos espacios. “Varias de mis amigas me cuentan que los hombres suelen hacerles comentarios y mirarlas de manera degradante”, aseguró. Eso también nos contó Mónica*, quien se movilizó desde Cúcuta hacia el municipio de El Zulia para participar de una movilización en esta región.

El 12 de mayo Mónica viajó en moto con una compañera por más de una hora para llegar al punto de la movilización convocada por algunos campesinos. Para llegar era necesario atravesar varios puntos de bloqueo parcial en donde todas las personas presentes eran hombres. “Desde el primer momento fue muy difícil. Les pedimos autorización para pasar y nos llamaban “mi amor” o preguntaban si se podían ir en medio de ambas”, afirmó. 

Mónica atravesó tres bloqueos distintos en los que le hicieron comentarios degradantes y cuando los confrontó, todos respondían de manera similar. “Me decían que no fuera exagerada, que solo nos estaban diciendo que éramos lindas, que solo eran cumplidos”. 

Ante unas instituciones estatales que han sido incapaces de responder históricamente a las exigencias de las mujeres, se hace necesario pensar alternativas en los espacios sociales que garanticen el cuidado y bienestar cuando el responsable no es solo la policía, sino el compañero que está en las calles. Para Nancy Becerra “tenemos que hablarlo porque hace parte de este estallido social que nos ha convocado en el que nos estamos preguntando por las relaciones de poder, por los derechos humanos, por todos los sistemas de dominación… y esta discusión definitivamente hace parte de esa realidad social”.